1. Principales diferencias entre Hepatitis A y Hepatitis C.
Hepatitis A.
- Contagio: Su
forma de contagio es fecal-oral (manejo de alimentos con manos sucias) contacto
con heces infectadas y por el agua.
- Periodo incubación:
2-6 semanas
- Población
afectada: Niños, viajeros y personas que viven en condiciones higiénicas
deficientes.
- Vacuna: Si
existe.
- Pronóstico: El
virus no permanece en el cuerpo después de la desaparición de la infección, y
generalmente no presenta complicaciones.
- Tratamiento:
Fundamentalmente dietética por la importancia de conservar niveles óptimos de
alimentación y líquidos para contrarrestar la perdida de peso.
Hepatitis C.
- Contagio:
Transfusiones de sangre, uso de la misma jeringuilla por dos o más personas.
- Periodo de
incubación: 2 semanas a 5 meses.
- Población
afectada: Consumidores drogas vía parenteral, profesionales de salud expuestos
a sangre y receptores de transfusiones de sangre hasta 1992.
- Vacuna: No
existe.
- Pronóstico: La
enfermedad se cronifica, no se elimina el virus pero su tratamiento reduce el
riesgo de padecer enfermedad hepática grave. Pueden aparecer complicaciones
graves como cirrosis, cáncer de hígado y aunque se realice un transplante
hepático generalmente aparece de nuevo la enfermedad.
- Tratamiento: A
largo plazo con dosis bajas de interferón A combinadas con rivibarina para
mejorar el estado del paciente y evitar recaídas.
2.-
Establece la cronología de los síndromes hepáticos de la cirrosis.
Hipertensión
portal y varices, edema periférico, ascitis, ictericia, síndrome hepatorrenal y
encefalopatía hepática.
3.- ¿Cómo
se trata la diverticulitis?
Se puede tratar por lo general de manera ambulatoria con
dieta y medicamentos, cuando se presentan los síntomas se recomienda descanso,
analgésicos y antiespasmódicos. Al inicio se toma una dieta líquida hasta que
la inflamación desaparece y posteriormente una dieta rica en fibra y baja en
grasa, todo ello con el fin de que las heces aumenten de volumen. Se prescriben
también antibióticos durante 7-10 días.
En casos agudos se necesita hospitalizar al
paciente. La suspensión de la ingesta, la administración de líquidos por vía IV
y la aspiración nasogástrica si ocurren vómitos se realizan con el objeto de
que el intestino repose.
Si surgen complicaciones graves como
perforación, peritonitis, hemorragia u obstrucción es necesaria la intervención
quirúrgica inmediata.
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